Cómo manejar el dolor de una ruptura

Las mejores claves para afrontar adecuadamente una separación:

  • Normalicemos nuestros sentimientos. En una situación así, cualquier tipo de emoción, por extraña y contradictoria que parezca, puede ser absolutamente normal.
  • Démonos tiempo para elaborar el duelo por la pérdida, tenemos que tener paciencia porque esto puede llevarnos meses, incluso un año o dos.
  • Distanciémonos de nuestra ex pareja: guardemos los recuerdos, evitemos los sitios donde podemos encontrarnos con nuestro ex, dejemos de buscar información sobre el otro, cortemos el contacto o limitémoslo al estrictamente necesario.
  • Cuidado con idealizar al otro y a la relación. Cada día dedicar unos minutos a pensar un par de cosas negativas de nuestro ex y de cosas positivas de nuestra vida actual puede resultarnos de mucha ayuda para reequilibrar esta idealización y ver con optimismo nuestra situación actual.
  • Forcémonos a mantenernos ocupados, si puede ser con actividades placenteras, mejor, eso ayudará a que nos distraigamos, no demos demasiadas vueltas a las preocupaciones, y a que poco a poco recuperemos un buen estado de ánimo.
  • Cuidémonos. Cuidemos nuestra alimentación, las horas de sueño, hagamos deporte, eso nos ayudará a afrontar con más fortaleza nuestra ruptura.
  • Controlemos la ansiedad con técnicas de relajación muscular, respiración, realizando ejercicio físico, actividades relajantes… No nos permitamos dar rienda suelta a nuestros pensamientos negativos y entendamos que la ansiedad es una respuesta normal de la que no tenemos que asustarnos.
  • Tengamos cuidado con la manera en la que nos hablamos. De la forma en la que interpretemos las cosas se van a derivar nuestras emociones y nuestros comportamientos. Nuestra autoestima también será muy sensible al modo en el que nos hablemos. Intentemos tratarnos como trataríamos a nuestro ser más querido.
  • Perdonémonos y perdonemos al otro. Perdonando a nuestra ex pareja evitamos que ésta siga influyendo en nuestras vidas. Perdonándonos a nosotros mismos conseguiremos continuar adelante con la cabeza bien alta, asumiendo los errores y aprendiendo de ellos.
  • Afrontemos los miedos y preocupaciones. Racionalicemos nuestros pensamientos, limitemos el tiempo en el que nos permitimos darle vueltas a lo que nos preocupa, analicemos los problemas objetivamente y tratemos de buscar soluciones.
  • Expresemos adecuadamente nuestro malestar: no seamos víctimas, ni verdugos. Tampoco hagamos chantajes emocionales, eso no nos dará la dignidad ni el respeto que merecemos.
  • Busquemos el apoyo de nuestros seres queridos, nos sentiremos menos solos y con fuerzas para continuar adelante, pero no exijamos. No podemos saturar a los demás con nuestros problemas. Tampoco busquemos apoyo en quienes no les corresponde: ni nuestros hijos ni nuestra ex pareja son el hombro adecuado sobre el que llorar.
  • Aprendamos a disfrutar de la soledad. Si hay una persona que puede convertirse en nuestro mejor amigo, somos nosotros mismos. Aprendamos a disfrutar de nuestra compañía.
  • Planteémonos nuevos objetivos personales y vitales pero hagámoslo poco a poco, sin angustias, aceptando que todo proceso lleva su tiempo y que nosotros también lo necesitamos para ir adaptándonos a la nueva situación.
  • No confundamos los sentimientos intentando crear una relación de “amistad” con nuestra antigua pareja. Saquemos al otro de nuestro universo emocional y, si no es posible como sucede cuando tenemos hijos en común, establezcamos una relación “práctica” entre nosotros.
  • Si tenemos hijos, comuniquemos la decisión de separarnos con normalidad, sin dramas, reproches ni mentiras, explicando las cosas de un modo que puedan comprender, pero sin darles información que no necesitan saber y que puede dañar la relación con alguno de los padres.
  • No confundamos el apoyo emocional que nuestros hijos pueden necesitar con permisividad y consentimiento. Démosles el papel que les corresponde: ni son el hombro en el que apoyarnos ni el arma arrojadiza para hacer daño a nuestra ex pareja.
  • Pongamos límites a las familias, propia y política, para que no se entrometan en nuestras vidas. Tampoco los utilicemos como intermediarios: una relación de pareja es cosa de dos y su ruptura, también.
  • No privemos a nuestros hijos de la relación con la familia de nuestra ex pareja. Mantengamos un contacto educado, correcto, en aquellas ocasiones en las que sea necesario coincidir con ella.
  • Si vemos que nos resulta demasiado difícil recuperar nuestro bienestar tras la ruptura, busquemos asesoramiento en un profesional quien nos ayudará a salir reforzados de esta crisis.

En definitiva, intentemos continuar con nuestra vida estableciendo relaciones sanas con nosotros mismos y con nuestro entorno. La relación con nuestra pareja pudo ser bonita mientras duró, pero también puede serlo el futuro si no nos olvidamos de descubrir día a día la cantidad de oportunidades que la vida nos ofrece para ser felices.

Autora: Montserrat Montaño Fidalgo es psicóloga en el Centro de Psicología Álava Reyes, doctora de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico y máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA).

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